El Libro de la Vida

El pasado fin de semana, 19 y 20 de noviembre, varios grupos de la UP nos juntamos en la casa de convivencias de Zalla para compartir y celebrar nuestra habitual convivencia de invierno. Se trata de una cita anual muy esperada siempre por nuestros chavales pero, en esta ocasío, mucho más esperada y deseada aún; y es que, tras varios años de adaptaciones pandémicas, por fin, este año recuperábamos el plan de convivencia con pernocta. ¡Qué ganas teníamos!

“Daréis testimonio de mi porque ESTÁIS CONMIGO” fue el lema de la convivencia. Un lema muy potente, eco cercano de las palabras del propio Jesús en el Evangelio, alrededor del cual los chicos y chicas de nuestros grupos pudieron reflexionar, debatir, aprender, jugar y disfrutar durante dos días enteros. El eje de todas las actividades estaba claro: El tema de LA AMISTAD. Aprender qué significa ser amigos, comprender cómo la amistad del grupo nos bendice y enriquece, y descubrir a Dios en el centro de esta amistad, siempre como fuente y razón de la misma. Tanto los ratos de oración como las catequesis, dinámicas y juegos, todas las vivencias del encuentro, sirvieron para insistir en esta idea y para ofrecer a los chavales una clara experiencia del valor de la amistad.

Uno de los platos fuertes de la convivencia lo tuvimos el sábado con la película “EL LIBRO DE LA VIDA”, divertidísima y repleta de enseñanzas acerca de la amistad, el amor, la vocación, la fe… En torno a ella tuvo lugar un animado “cine-fórum” y después, tirando del hilo de la ambientación mexicana de la historia y aprovechando la presencia de dos hermanas de este país que colaboran en los grupos de catequesis y jóvenes de Balmaseda y Zalla, un sorprendente taller de cocina mexicana en el que chicos y chicas lo dieron todo para convertirse en expertos cocineros. Tortillas para tacos, guacamole, condimentos varios… Todo lo elaboraron en conjunto y en un ambiente de colaboración fraternal que se prolongó durante la cena, el fregado, el campeonato de baile posterior y todo el resto de la velada.

El domingo, para ir poniendo fin a la convivencia, se invitó a las familias de los chavales a participar en una comida en comunidad, aportando cada una lo que quisiera para ponerlo en común y compartirlo entre todos. Fue una manera preciosa de extender el mensaje de amistad más allá del grupo, de sembrarlo en el corazón mismo de las familias para hacerlo salir al mundo y, tal y como invitaba a hacer el lema del encuentro, “dar testimonio” allá donde vayamos.

Tras la eucaristía final, en la que los grupos aprovecharon para agradecer a Dios todo lo vivido y aprendido en el fin de semana, cada familia volvió a su pueblo, a su hogar, y todos nos llevamos la sensación de haber compartido dos días de luz, de sonrisas y sobre todo de fe, con buenos amigos de verdad.

Olatz, monitora del grupo «Miniyodas» de Poscomunión de Balmaseda