Anunciar a Jesucristo con obras y palabras. Ese fue el lema elegido por Acción Católica General para el encuentro cuatrienal de laicos, que esta en esta ocasión tendría lugar en Barcelona.
El pasado 21 de julio mi hija Saioa y yo partimos con gran ilusión rumbo a la capital catalana para participar en este magnífico evento al que asistieron cerca de mil personas de toda la geografía española.
Ya en el acto de bienvenida nos sentimos totalmente arropadas; tanto voluntarios como asistentes fueron muy agradables y cercanos con nosotras. Conocimos gente de todas las provincias, pero trabamos especial amistad con los integrantes de la diócesis de Bilbao, una gran familia con la que esperamos reencontrarnos muy pronto.
Las dinámicas se repartían por edades. Saioa se lo pasó en grande haciendo manualidades, teatros, coreografías y juegos de agua (porque calor nos hizo, y mucho) con otros niños. Yo tuve la oportunidad de asistir a interesantes charlas enfocadas a propagar nuestra fe en el día a día. Algunos de los talleres fueron impartidos por miembros de organizaciones sin ánimo de lucro como Cáritas o el Banco de Alimentos. Otros sencillamente por personas que tienen a Jesús como motor de vida y tratan de extender su palabra en ámbitos tan cotidianos como el trabajo, el colegio o el supermercado.
También tuvimos actividades en conjunto; destacando la cena de productos típicos, en la que cada diócesis aportó los alimentos más representativos de su zona, y la eucaristía en la Sagrada Familia, la cual todavía me emociona recordar. Fueron cuatro días muy intensos que nos permitieron vivir una experiencia única.
El acto de clausura tuvo lugar en la Basílica Santa María del Mar, que fue televisado en directo por el canal Trece. Dimos así por acabado un encuentro cuya organización fue sobresaliente y del que salimos con una fe renovada. Pero nuestro viaje no terminó ahí. Los miembros de la Unidad Pastoral Garbealde recorrimos unos kilómetros más hasta llegar a Salou, donde tuvimos la suerte de visitar Portaventura dos días. El parque nos encantó. Tanto en las atracciones como en los espectáculos cuidan cada detalle, y la tematización por zonas es un regalo para la vista. A Saioa le gustan las emociones fuertes y está deseando volver cuando mida lo suficiente para montar en el Dragon Khan.
Definitivamente ambas disfrutamos muchísimo de este viaje en el que imperó un ambiente de armonía y convivencia fraternal. Esperamos que sea el primero de muchos y que la gente se anime a continuar participando.
Jennifer Ariño – parroquia San Severino